Fin de semana de un puente complicado
climatológicamente. Pasamos por agua, sol, nieve, viento frío y
calor. Salimos de Sevilla el jueves, y disfrutando del paisaje sin prisas y
unas vueltas por despiste por el casco antiguo de Ronda, finalmente llegamos al
hotel. Nos quedamos en el Catalonia Reina Victoria, muy correcto , cómodo y
amplio; fabulosas vistas y, por su situación, muy conveniente
para desplazamientos tanto en coche como a pie.
Por no liarme las notas de catas
las daré por entradas separadas.
Como era hora de la comida (las 3 pasadas)
decidimos probar el restaurante del hotel. Menú fijo muy digno y
variedad a escoger a la carta, también una buena carta de
vinos a precios muy justos.
Pedimos un Descalzos Viejos (crianza) 2006
como preparatoria a la visita que tendríamos con Vicente Inat el
viernes. El vino estaba re-bueno y la comida muy bien. Luego,
paseo turístico disfrutando del paisaje con parada en una abacería para
tener algo en caso de hambre, sed o capricho. Nos surtimos de 3 vinos: un chardonnay
blanco Cloe 2011 de Chinchilla, bodegas Doña Felisa, Pinot Noir 2011 de Los
Aguilares y el A Pasos, un coupage tinto (aún sin probar).
Conocimos
a su Padre, Esposa e Hija. Nótese, que no he dicho bodega sino casa
Comenzamos la visita primero por el jardín, que Federico
describe, como el alma de su labor, con principios biodinámicos, parece el
centro de control para sus viñas plantadas alrededor. Todos los procesos
vitivinícolas están fundamentados en
principios ecológicos y podemos ver un campo muy agradecido; para
principios de marzo, tras una nevada la noche anterior, los campos
radian alegría con un manto vegetal protector verde y
plantas aromáticas florecidas en cada cabeza de espaldera.
Una vez
que recorrimos el campo, y vimos las 3 hectáreas que
tiene
sembradas Federico, visitamos sus instalaciones y conocimos sus herramientas de
trabajo. La bodega la trabajan en familia y de equipamiento está lo necesario,
muchas labores manuales desde vendimia y despalillado manual, prensa vertical
manual, cubas de fermentación dimensionadas a proporción del viñedo, uso
de levaduras autóctonas con preparación de pie de cuba
personal, todo cuidado al detalle. Impresionante sala de guarda, hecha de una
estructura isotérmica y jaulas multiposicionales, detalle de corchos
de alta calidad con fecha de la añada para su embotellado. Luego fuimos al
plato fuerte, probamos diferentes caldos en fases, tanto de
los depósitos de acero como de las mimadas y diversas barricas de
Federico y del producto embotellado final.
Pudimos hacer unas comparaciones y apreciaciones verticales-
horizontales del potencial futuro y de los productos actuales. Todo un lujo.
Hay que decir que hay tesoros por venir. De las catas de acero de caldos jóvenes hay maravillas con una potente y grata astringencia que garantizará su evolución y guarda. De las barricas, otra clase magistral por parte de Federico, sobre la diferencia de maderas y la influencia en su producto. Nos surtimos de provisiones en bodega pasadas más de tres horas que parecieron un rato, nos despedimos y continuamos nuestra ruta hacia Descalzos Viejos.
Aquí
nos encontramos con Vicente Inat, con quien ya habíamos hablado y
avisado de un posible retraso en la visita, afortunadamente conoce a Federico
muy bien. El enclave de la bodega es de cuento, en la capilla de un antiguo
monasterio que está situado de forma estratégica controlando
los viñedos sembrados en un valle terraceado a los pies de la montaña
donde se ubica la bodega.
Este es Vicente a la entrada de la bodega |
Con Vicente tuvimos la oportunidad de probar varios caldos en diferentes fases, así como algún experimento del cual hago notar una garnacha estupenda de esta cosecha. Comentamos los vinos en depósito: el joven, que saldrá entre 18 y 24 meses con un balance de ácido y tanino estupendo; el coupage, destinado a crianza, estaba balanceado y apetecible, de esos vinos que se dejarán tomar. Luego pasamos a catar 3 de los 4 vinos que se comercializan: un joven (2010, syrah, merlot, garnacha) y un crianza (2007, cabernet sauvignon, merlot y syrah), luego un tinto dulce (por botrytis) de garnacha exquisito, embotellado en 375 ml., realmente una joya. Tuvimos un corto encuentro con Paco Retamero, suficiente para felicitarlo. De aquí, gentilmente Vicente nos consiguió que nos recibieran en el Restaurante Pedro Romero, donde fuimos atendidos de lujo, luego un paseo digestivo y compra de un chaquetón para mi madre; en el hotel, aperitivo y noche de ejercicio en el spa. El paseo matutino del día siguiente, enérgico con diferentes paradas turísticas, algunas sin valorde mención, luego comida en el restaurante Las Caballerizas, comida local muy decente y a buen precio acompañada de otro caldo local,
Lagarejo 2007 de bodegas Viloria,
tempranillo, cabernet sauvignon, syra, merlot, petit verdot, 12 meses en
barrica. Muy correcto y agradable.
Así acabamos nuestra visita, vuelta el
domingo con el maletero lleno de vinos que ya iré comentando.
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